El viaje ha sido pesado. Realmente hemos estado 3 días viajando.
Me ofrecieron la posibilidad de volver a Luanda (la capital) en avión pero preferí ir con el grupo en coche (4x4). No me arrepentí en absoluto; es todo una aventura. Y no quiero con ello decir que fuera cómodo.
Salimos de Luena a las 4 de la mañana del día 23 (martes). La carretera nos era conocida en su primer tramo. Buracos y más buracos. El coche de Mauro se quedó atascado y hubo que remolcarlo con un cable que llevan todos estos coches (parecen pensados para Angola) en el frontal. En 2 horas recorrimos 50 kilómetros. No fuimos despacio, no creas. De hecho alguna compañera llegó a decir que si seguíamos a este ritmo (infernal?) mejor la dejábamos en un hospital para que la trataran de sus dolores de columna. Y tenía su lógica porque todo era botar en el asiento.
Fuimos en dirección norte por las provincias de Lunda Norte y después Lunda Sul hasta llegar a Malanje y finalmente a Dalatando, donde hicimos noche en una casa salesiana. 17 horas en el coche.
El camino nos sirvió para ver la “evolución” del color de la tierra (pasó del rojizo – arcilloso al blanco – calcáreo), atravesar lindos ríos de aguas transparentes, de notar el cambio en sus carreteras y pasar de miserables “caminos de pinares” llenos de socavones de piedras a carreteras tipo comarcal con pequeños tramos de tierras bacheada a buenas carreteras de dos carriles (con aislados socavones).
También pasamos un pequeño puerto de montaña con su cambio de temperatura y su aumento de humedad. Fueron notándose los cantos de los pájaros (que curiosamente eran muy escasos en Moxico ,la región de la que es capital Luena).
La vegetación fue también variando y desde los árboles estilizados y con copas planas pasaron a ser paisajes de baobacs hasta llegar a la costa.
Esto no sólo me hizo disfrutar del cambio sino que me recordó que yo había pasado todos estos días (y por lo tanto os lo había transmitido) en la región, con diferencia más pobre de Angola. Una zona muy tranquila, muy dañada por la guerra, feliz de su final, pero a la que aún le queda por recorrer un largo camino que ya están recorriendo otras regiones (lástima de cambio de gobernador...)
Según te acercas a la costa comienzan a verse torres de alta tensión (se genera normalmente en saltos hidroeléctricos, que también hay en Moxico).
También van en aumento los mosquitos, que de aquí a unos días, con las primeras lluvias, comenzarán a ser muy abundantes, con sus patógenos correspondientes.
Al día siguiente salimos de Dalatando y pasando por el colegio de Dondo y por otro internado para niños sin recursos y niños de la calle, llegamos a la capital.
Ahora el aspecto de la capital era distinto del primer día. Hoy ya me parecía una gran urbe, no por los servicios que presta sino por la gran aglomeración de gentes, la proliferación de empresas (chinas y multinacionales) y el tráfico infernal. La impresión primera es que está avanzando, que van corriendo. Los que lo viven piensan que se lo están vendiendo al mejor postor (o sea al que más dinero deje en el bolsillo del gestor de turno sin importarle que gran parte de su territorio esté pasando a manos extranjeras). Aquí sí que parece un país rico. Los angolanos (angoleños en español) se jactan de la gran riqueza en materias primas que posee el país (petróleo, oro, diamantes) sin darse apenas cuenta de que ellos siguen siendo pobres de solemnidad mientras sus dirigentes no saben ya donde gastarse tanta riqueza.
Nos despedimos con tristeza del grupo de Roma. Saludamos con alegría a mis compañeras de España que nos hicieron una sabrosa paella de cena-despedida.
A las 5 de la mañana del día siguiente (jueves) salimos para el aeropuerto. Otra nueva despedida en el aeropuerto de Filiberto, Manolo , Luis e Inmaculada (cooperantes) y nos metimos en el avión. No por las ganas de volver a casa dejamos de sentir de nuevo esa sensación de delincuente que tienes cuando pasas los exhaustivos controles aeroportuarios.
El vuelo fue más agradable que el de la ida, porque teníamos cine individual (muy variado). Llegamos a Lisboa tras 8 horas. Con 5 horas más de espera cogimos la conexión a Madrid. A las 0 horas del viernes estábamos en Barajas. Cristina se quedó en Madrid y Laura y yo cogimos un Autobús Alsa a la 1,30. A las cinco estaba en Valladolid.
De nuevo en casa.
Ahora a reencontrarme con la familia, con los amigos, con los compañeros. ..
¿Qué contarles? Que la experiencia fue buena, interesante. Que no sabes si sería de utilidad repetirla. Que sería más interesante ir, después de este conocimiento previo, con un proyecto más definido, con una “misión”. Sin querer cambiar casi nada pero con algo concreto que te sirva de meta.
Y sobre todo que es una experiencia que, como ocurre con el café moruno, hay que dejarla reposar para sacarle todo el sabor.
PD: Es posible que aún escriba un par de artículos que tengo en la cabeza y en el escritorio. Para mantener la emoción, no creéis?